viernes, 9 de noviembre de 2012


UN JARDÍN CON MUCHAS Y DIFERENTES FLORES

Este es el título que espontáneamente  me vino al pensar en hacer una breve y sencilla reflexión acerca de la misión de nuestra casa de Espiritualidad ubicada en la calle 170 de la ciudad de Bogotá.
Desde hace unos meses esta casa se volvió centro de encuentros con Cristo como muchos de los que la frecuentan los llaman. Es maravilloso saber que en el año de la fe muchos grupos y personas están buscando en serio este encuentro con el Dios de la vida para que se haga realidad lo que dice el Papa Benedicto XVI en la carta apostólica con la que se convoca el año de la fe: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta”; esta experiencia la hacemos a diario viendo  y sintiendo la verdadera riqueza  de la Iglesia que con sus diversos carismas,  personal y grupal hacen que este jardín sea cada día más lindo por su variedad y su armonía en medio de la diversidad.

Aquí en esta casa se encuentran diversos grupos para beber de ese pozo y para encender esa luz en  la única y verdadera luz que es Jesús de Nazaret, este Hombre que se hace niño con los niños, joven con los jóvenes, adulto con los adultos  y sobre todo que recorre la historia con todo aquel que se deja acompañar. Es impresionante ver tantas personas de diversas edades  frecuentando este lugar de silencio y oración, con frecuencia pasan fines de semana en el silencio  dejando todas las preocupaciones de la vida para ir a parte y “descansar un poco”; estoy convencida de lo que dice el Beato José Allamano nuestro Fundador: 
“El bien hay que hacerlo bien sin ruido” mucho bien en el mundo basta estar en estos lugares y ver cómo personas, que después de una semana de trabajo o estudio, dedican el fin de semana al encuentro personal con Cristo. De ésto siento la urgencia de agradecer a Dios y pedir para todos bendiciones especiales.
Como Misionera no puedo dejar de lado  la dimensión que nos caracteriza en la Iglesia, la  dimensión de Consolación; somos Misioneras de la Consolata y estamos llamadas a ir por el Mundo llevando el Consuelo a todos aquellos que lo necesitan y hoy más que nunca el mundo necesita de Consuelo, ese Consuelo es Jesús el Hijo de María.
Hago también una invitación  a los jóvenes que están cerca de Cristo para que se pregunten: qué puedo hacer para que Jesús sea conocido y amado por muchos? Es posible que sientas en el profundo de tu ser la necesidad de arriesgar tu vida por la causa del Evangelio; pues sepa que  en las misiones hay un puesto para ti. Arriesga tu vida lo único que tienes valioso; Abraham arriesgó su hijo único y ahí Dios le hizo ver su grandeza.


SI QUIERES, LAS HERMANAS MISIONERAS TENEMOS UN PUESTO PARA TI.

Hna. Rubiela Orozco Gómez Misionera de la Consolata.