UN JARDÍN CON MUCHAS Y DIFERENTES FLORES
Este
es el título que espontáneamente me vino
al pensar en hacer una breve y sencilla reflexión acerca de la misión de
nuestra casa de Espiritualidad ubicada en la calle 170 de la ciudad de Bogotá.
Desde
hace unos meses esta casa se volvió centro de encuentros con Cristo como muchos
de los que la frecuentan los llaman. Es maravilloso saber que en el año de la
fe muchos grupos y personas están buscando en serio este encuentro con el Dios
de la vida para que se haga realidad lo que dice el Papa Benedicto XVI en la
carta apostólica con la que se convoca el año de la fe: “No podemos dejar que la sal
se vuelva sosa y la luz permanezca oculta”; esta experiencia la hacemos a
diario viendo y sintiendo la verdadera
riqueza de la Iglesia que con sus
diversos carismas, personal y grupal
hacen que este jardín sea cada día más lindo por su variedad y su armonía en
medio de la diversidad.
Aquí
en esta casa se encuentran diversos grupos para beber de ese pozo y para
encender esa luz en la única y verdadera
luz que es Jesús de Nazaret, este Hombre que se hace niño con los niños, joven
con los jóvenes, adulto con los adultos
y sobre todo que recorre la historia con todo aquel que se deja
acompañar. Es impresionante ver tantas personas de diversas edades frecuentando este lugar de silencio y
oración, con frecuencia pasan fines de semana en el silencio dejando todas las preocupaciones de la vida
para ir a parte y “descansar un poco”; estoy convencida de lo que dice el Beato
José Allamano nuestro Fundador:
“El bien hay que
hacerlo bien sin ruido” mucho bien en el mundo
basta estar en estos lugares y ver cómo personas, que después de una semana de
trabajo o estudio, dedican el fin de semana al encuentro personal con Cristo.
De ésto siento la urgencia de agradecer a Dios y pedir para todos bendiciones
especiales.
Como
Misionera no puedo dejar de lado la
dimensión que nos caracteriza en la Iglesia, la
dimensión de Consolación; somos Misioneras de la Consolata y estamos llamadas
a ir por el Mundo llevando el Consuelo a todos aquellos que lo necesitan y hoy
más que nunca el mundo necesita de Consuelo, ese Consuelo es Jesús el Hijo de
María.
Hago
también una invitación a los jóvenes que
están cerca de Cristo para que se pregunten: qué puedo hacer para que Jesús sea conocido y amado por muchos? Es
posible que sientas en el profundo de tu ser la necesidad de arriesgar tu vida
por la causa del Evangelio; pues sepa que
en las misiones hay un puesto para ti. Arriesga tu vida lo único que
tienes valioso; Abraham arriesgó su hijo único y ahí Dios le hizo ver su
grandeza.
Hna.
Rubiela Orozco Gómez Misionera de la Consolata.
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