“Este es el tiempo favorable, este es el día de la
salvación” (2 Cor 6,1-2). San Pablo llama “tiempo favorable, día de la salvación”,
es decir digno de ser aceptado con gratitud y amor, el tiempo del evangelio. La
Iglesia aplica estas palabras de San Pablo a la Cuaresma es realmente favorable.
En el Señor acepta encantado todo lo que hacemos, escucha nuestras suplicas más
que en otros momentos. Por lo tanto, debemos despertarnos, no dejarlo pasar en
vano: debemos valorarnos mucho y no decir: “Pero yo no puedo ayunar, no puedo
rezar más de lo que ya rezo”. No es la cantidad lo que importa, sino la
intensidad. Necesitamos estar más unidos a Dios y no pasar horas enteras sin
pensar en Jesús.
La Cuaresma es un tiempo especial de penitencia y
oración. Nosotros todavía no somos como
aquellos santos que se alimentaban sólo
a pan y agua. De todos modos, el espíritu de penitencia es necesario
para acostumbrarse a las exigencias de la vida. El Señor ama los pequeños
sacrificios, perennes, minuciosos. Hay tantos modos de hacer penitencia y de
ayunar. El que no lo hace de una forma,
debe hacerlo de otra. Además del ayuno de alimentos existe el de los ojos, el
de la imaginación y el del espíritu.
(Beato José Allamano)
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