PARÁBOLA DEL SOL Y SU MORRAL
Era
una mañana espléndida y llena de luz, en
el firmamento las nubes jugaban sobre el terso cielo azul, disfrutando el nacer del
nuevo día.
Esa mañana, desde
muy tempranito se levantó el sol, echó su morral al hombro y salió a caminar
por la agresiva y enmarañada selva que
se encontraba ante sus ojos. Llevaba en
su morral el mejor regalo del mundo, un
regalo que sin duda, haría felices a
todos los habitantes de aquella encantadora ciudad verde.
Hacia la madrugada del día siguiente, entre el
claro-oscuro, ya muy fatigado, se sentó
a descansar; mientras tanto, observó que todos los habitantes dormían plácidamente;
un silencio sepulcral cubría toda la selva.
De repente un gran alboroto llegó a sus oídos:
discusiones, juegos, carcajadas y hasta riñas, como sucede entre nosotros; los
de tal ruido eran nada menos que los árboles jóvenes, los juguetones, los que
inventa cosas nuevas y que a veces también se equivocan, pero que siempre están
listos para todo, como tú y yo.
- “Buenos días” – dijo el sol
– “Hola! Bienvenido! ¡Qué te trae por aquí, entre esta
escarpada selva llena de bejucos marrulleros, enredaderas y árboles empinados?”,
respondió la naturaleza.
– No hay por
qué preocuparse, vengo a traer buenas noticias.
- Oh!!! Suéltala para ver!
Entonces el sol
sacó de su morral, una tarjeta que decía así: -““Soy el Amor,” llego ésta noche y quiero celebrar el Ágape de la fraternidad y de la paz. Todos están invitados a mi fiesta.” Y, como un relámpago la noticia corrió, salió la alegría gritando: Fiesta! Fiesta!
Esta noche llega el Amor, todos estamos invitados a su fiesta.
Muy cumplidas a la cita, llegan de primero, las exóticas
flores y sus pequeñas hermanitas, perfumadas y luciendo la belleza y colorido
de sus elegantes vestidos.
Felices y cantando, se apresuran manadas de pajaritos que
llenan de alegría con sus trinos tan
importante fiesta; aparece en seguida, la
humilde luciérnaga con sus amiguitos los
insectos, mariposas y gusanitos, ofreciendo su pequeña, intermitente y tenue
luz. Finalmente llegan todos los demás animales
y seres vivientes: los alejados, indiferentes, sordos y desanimados, ellos
también son bien recibidos en la fiesta.
De repente, irrumpe
la señora Luna, viene luciendo su hermoso manto bordado de estrellas, luceros y
brillante de jaspe; su presencia inunda de luz la enorme y engalanada sala del
banquete. Y, comienza la fiesta! Pero, oh sorpresa! Brindis de luz; comida de alegría,
servicio, generosidad, solidaridad, delicadeza, bondad fraternidad, amor, entrega, paz, obediencia, sinceridad,
humildad, altruismo, justicia, buenas relaciones, coherencia, gratuidad…Y una
conversación amena, gozosa y delicada.
Y dijo el Amor: Esta es la única forma de ser
verdaderamente felices.
Así quiero vivir con todos los que amo y con los
que me aman. No existe otro camino que
lleve a la felicidad. Adiós! Hasta Pronto!
Hna. Pedrangela Alfonso, mc
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