miércoles, 26 de marzo de 2014

LA VIDA DONADA EN LA MISIÓN DE TANZANIA-ÁFRICA


Me llamo Claudia Lancheros, hermana Misionera de la Consolata, colombiana y quiero compartirles sobre algunas realidades que he vivido en Tanzania, donde  me encuentro desde el 2010. En especial les hablaré desde la misión de Manda (en la región de Dodoma) donde estamos presentes desde el 2011.

Manda es un pueblo de agricultores
Manda es un pueblito con cerca de diez mil habitantes, situado a 120 km de la capital, Dodoma, se llega a través de carreteras no asfaltadas. Las catorce veredas de manda que pertenecen a la Parroquia Nuestra Señora la Consolata, se encuentran aisladas también desde el punto de vita de la comunicación: de hecho no hay acceso telefónico, internet, correo… el pueblo vive de la agricultura, así que en la época de las lluvias (más o menos de diciembre a marzo), trabajan la tierra a fin de obtener el sustento para todo el año.
¿Y nosotras quiénes somos?
Cuando las Hermanas Misioneras de la Consolata llegamos a Manda, causamos inquietud en las personas… ellos se preguntaban quiénes éramos; para muchos de ellos, en verdad, era la primera vez que veían una  religiosa. No obstante la perplejidad, la gente fue asimilando quienes éramos progresivamente. Al compartir con ellos la vida diaria, comprendieron que éramos mujeres de Dios que queríamos caminar junto con ellos para encontrar y donar a Jesús en la realidad cotidiana.
Un día nos acercamos a un grupo de niños que pastoreaban un redil de vacas y cabras; ellos pasaban cerca de nuestra casa para recoger agua potable del pozo de la misión. Intercambiamos algunas sonrisas y miradas y comenzamos a conocernos recíprocamente, sus primeras preguntas eran sobre quiénes éramos y porque estábamos ahí…
Un día vino la mama de uno los niños Mama Kulwa quien deseaba conocer quiénes eran esas mujeres de las cuales sus hijos hablaban cuando regresaban a casa. Así que la hicimos entrar en nuestra sala donde había un cuadro con la imagen de la sagrada familia que a ella le llamo la atención. (Un dato interesante es resaltar como las mujeres se hacen llamar por el nombre de los hijos, por ejemplo: Mama Kulwa como señal de respeto y dignidad de la propia maternidad). Ella quería saber quiénes eran aquel hombre, aquella mujer y aquel niño. Así le presentamos a San José, la Virgen María y el Hijo de Dios: el Niño Jesús. El  hecho de que “Dios se hubiera hecho tan pequeño”, la dejo muy sorprendida: así de pequeño? Dijo. Si, nuestro Dios que se hizo así de pequeño nos sorprende verdaderamente.
Mama Kulwa  volvió otro día a visitarnos y esta vez traía otra preguntas: Como se desenvuelve nuestra vida? Como es posible vivir juntas, mujeres de diversas culturas? Porque no tenemos hijos? De donde obtenemos la fuerza para estar ahí en Manda en medio de la gente? Podría ser de alguna medicina tradicional? Le dijimos que nuestra fuerza nos viene de Dios, por medio de la oración. Esta respuesta nos llevó a confrontarnos, a ella y a nosotras, con el misterio de Dios que nos acompaña  cada día y del cual recibimos todas las gracias para cultivar el don de la vida.
Cuantas veces estos encuentros se vuelven oportunidades para intercambiar sonrisas, conocer sus alegrías, dificultades y aprender a desacomodarnos para acoger a quien llega! Son encuentros, que nos catequizan y nos llevan a reflexionar sobre nuestras y sus vidas, ante  Dios que es Padre de todos.
Un Dios que es providente
En Manda, en general, las tribus viven las propias  tradiciones y religiones ancestrales, igualmente existe una pequeña comunidad cristiana. Un día, sabiendo que el agua era escasa y que para cultivar dependen de las lluvias, le hice una pregunta a una señora sobre la tierra que era bastante seca y por tanto eran notorias las consecuencias para los cultivos, ya que las lluvias estaban tardando… ella me respondió: “Dios sabe de qué tenemos necesidad. A su tiempo el Señor enviará el agua necesaria para nuestra tierra”. Después de pocos días, vino una lluvia abundante y quedé impresionada del testimonio de esta mujer con una fe tan profunda en la providencia del Padre que nos invita a esperar Su tiempo, tantas veces diferente del nuestro.
Agradezco
La vida misionera consagrada es para mí un don grande, precioso, del cual soy inmensamente agradecida a Dios. La experiencia de vida junto a la gente de Manda me ha llevado a entender el don de la consolación como algo que se recibe y se dona, es un intercambio mutuo. La riqueza del encuentro con las personas me lleva a descubrir a Dios ya presente en el pueblo, y percibo como en este intercambio de la vida, crecen mí la fe, la esperanza y  la alegría.

Sr. Claudia Lancheros, MC



Hna Claudia con las familia




Hna Claudia con una señora






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