COMPARTIR EL AMOR QUE HEMOS RECIBIDO
El mandato que dejó
nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos, de ir por todo el mundo y hacer discípulos es un mandato patente en
nuestros días, pero muchas veces parece que los discípulos escasean, no porque
falte trabajo, sino porque faltan trabajadores, los cuales no quieren
ser testigos, ni dar testimonio del amor de Dios, o mejor,
tienen miedo de comprometerse seriamente a vivir su fe en un mundo
autosuficiente y superficial.
Es por eso que
todos aquellos, que de una u otra
manera hemos sido testigos de este amor, tenemos una grande
responsabilidad: compartir ese Amor de
la mejor forma posible en medio
de nuestras comunidades, esforzándonos
al máximo por tener un especial cuidado
en el trabajo pastoral, dándole mucha importancia y respeto a
la pastoral de infancia y de los jóvenes, pues ellos necesitan experimentar el amor de Dios, nuestro padre, para que, a su vez, lo
puedan compartir.
Todos los que hemos sido
llamados y hemos recibido del mismo DIOS,
la luz, que es nuestro Señor Jesucristo debemos compartirla con todos nuestros hermanos,
muchas veces sin palabras, pero sí, con
nuestro propio testimonio de vida que debe irradiar a todos los que se acercan
a nosotros.
Jóvenes y jovencitas: La vocación al servicio y a la construcción
del reino de Dios, es el regalo más
grande que cualquier ser humano puede recibir tanto a nivel material como espiritual; por eso les digo, no les de miedo
arriesgarse a ser testigos y dar testimonio del amor de Dios en una
sociedad como la nuestra que trata de
desplazar a Dios y es en realidad cuando más lo necesita.
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