jueves, 5 de julio de 2012

“Tenemos  Sed de Dios”

A la derecha Hna. Emilce, P. Kim, P. Yair y Hna. Gracia

Estas son algunas de las palabras que se sentían, se hacían eco, eco, eco… en las varias comunidades que visitamos a lo largo del río Putumayo, entre Colombia y Perú, mientras recorríamos estos hermosos, vistosos y, coloridos lugares.
Contemplando y reflexionando sobre estas personas humildes con las diversas realidades y situaciones en que se encuentran,  se podría decir con el salmo 62: `En Dios sólo descansa  el alma de cada uno, de cada una;  de El viene realmente para ellos la Salvación´.
Los caracteriza la esperanza de algo nuevo, de nueva posibilidad de vida, de encuentro, de comunión, de caminar y luchar por aquello que creen. Se sienten fortalecidos por su fe. Son comunidades que en su experiencia  recorrida con tantas hermanas misioneras de la Consolata  y padres misioneros de la Consolata, han hecho ya muchos pasos significativos en la vivencia de su fe, reconociendo que hay algo que les acomuna, les llama, les convoca, les recuerda que son aquello que deben ser, que son parte importante de una gran familia, la familia de Dios. Son una Casa-Comunidad donde se animan, se recrean, se hace canto y alabanza.

Nuestra presencia era algo como despertar las ganas, el deseo de continuar a beber de esa fuente inagotable, ese torrente de agua viva en Jesús. En cada familia donde fuimos acogido/as nos sentimos  como en nuestra casa, en un compartir de lo cada uno es,  en ese contacto de relación y de vivencia.
A lo largo de las visitas compartimos con gozo la Santa Eucaristía, fuente de renovación y de frescura para la fe y el encuentro personal con el Señor.
 Es hermoso saber que la SED Dios es una cosa inagotable, en donde la persona experimenta la necesidad de saciar su sed sólo en Dios, como lo expresa el salmista: “En Dios solo descansa el alma mía, de El viene mi salvación”  (Sal 62).
Mientras observaba los rostros y las miradas de niños, niñas, jóvenes, adultos, mujeres y hombres que llevan en si mismos la esperanza de que algo nuevo puede ser posible para caminar en la vida, también notaba que, debido a situaciones tal vez dolorosas de sufrimiento hacen que se encierren en si misma con sus penas.
Al mismo tiempo se vive un ambiente de acogida y de encanto en medio del silencio de la noche en donde se siente sólo el ruido del rio como una brisa suave. La presencia de Dios que Reina en el corazón de cada persona nos estimula a vivir la experiencia de comunidad dentro de cada Iglesia y a celebrar las Misas  con alegría y profundo respeto.
El Señor nos bendiga en su gran bondad a todos y nos ayude a crear un familia en su nombre, y a vivir  aquello que somos Sus hijas e hijos.

Hna.  Gracia con la gente 

Hna. Emilce, MC
  

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