domingo, 10 de julio de 2016

EL ROSTRO FEMENINO DE LA MISION
SE LLAMA MARÍA BAJO LA ADVOCACIÓN DE “CONSOLATA”
El padre José Allamano al fundar el Instituto misionero de las hermanas misioneras de la Consolata, no escatimó en decir que la verdadera fundadora era María Santísima bajo la advocación de la “Consolata”(cfr. “Los quiero así”, Espiritualidad y pedagogía misionera, Instituto misiones Consolata, 1° ed.,2009, p.222) pero, ¿por qué el padre José Allamano siendo un sacerdote diocesano, siendo el párroco de una iglesia local le vino tal idea y de alguna forma involucró a María en esta obra evangelizadora? Las páginas de un libro de historia nos podrían hacer entender muy bien el contexto en el que el padre se movía en ese entonces y lo que realmente lo inspiró de tal manera a fundar un instituto misionero mariano.
Pero este no es el caso, el caso es que si decimos que la misión tiene un rostro femenino llamado “la virgen Consolata” es porque José Allamano así nos lo dejó como herencia y legado. Ese amor tan grande que sentía por ella no pudo expresárselo de otra manera que fundando un instituto misionero, pero, me pregunto ahora: ¿Quién enamoró a quién? ¿María santísima a José Allamano o José Allamano a María santísima? Lo único cierto de esta historia de amor es que de esta relación divina nacimos nosotros: Los misioneros y las misioneras de la Consolata y que nosotros como buenos hijos crecidos, adultos, les hemos hecho un bello regalo a nuestros queridos papás: un nietecito que son los laicos misioneros de la Consolata. ¿Qué más y mejor familia que esta? Una gran familia que a lo largo de los años, más de 100 por cierto, se ha encargado no solo de anunciar y divulgar el evangelio por todas las naciones sino que también se ha encargado de difundir la devoción a María a tal punto de querer adoptar hijos para su seno materno. María no solo es la Madre de Dios, inspiradora y modelo único de consagración para cada miembro de la familia, sino es algo más: es la mujer que le da ese toque femenino a la misión y de la cual todos quedamos encantados y admirados, nos sentimos amados y nunca abandonados.
Deseo de corazón que en verdad todos nosotros sigamos fielmente llevando este nombre con orgullo y excelencia como siempre fue el deseo de nuestro padre fundador: “Cuando ustedes van por la calle, la gente no dice: “son los misioneros o las misioneras”, sino: “son los Misioneros o Misioneras de la Consolata. (…) Lo repito, debemos estar santamente orgullosos de pertenecer a la Virgen bajo este título que muchos envidian (…). El nombre que llevan debe animarlos a convertirse en lo que deben ser.”(Ibid.: p. 223)    
Gracias Madre santa por estar con nosotros, gracias por habernos querido en tu seno materno, gracias por haberte hecho lo que eres hoy para todos y cada uno de nosotros: la Madre Consoladora.
Santísima Virgen Consolata: ¡ruega por nosotros!
Abajo Sr. Gloria y arriba Sr. Inés 


Hna. Gloria Nayibe Ospina

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