sábado, 6 de octubre de 2012

LOS NIÑOS TIENEN UN HOGAR 

Hola mis queridos lectores, déjenme presentar, mi nombre es Omaira Buendica Morales, soy Misionera de la Consolata en Mongolia, un país Asiático, un país cuya población es cerca de 2´500.000 habitantes, aquí se habla el Mongol como idioma oficial y lo más desafiante que encuentro aquí es el clima…bueno pero no deseo hablarles de estas detalles tanto estos datos los pueden encontrar en el internet con mayor precisión. Yo vengo a contarles sobre mi experiencia aquí en la misión de Arvaikheer que es cerca de 450 km de la capital Ulan-Bator. En este pedacito de tierra mongola hemos logrado organizar un hogar para los niños, nuestra motivación para este proyecto ha nacido porque muchas familias están divididas por el gran problema del alcohol y eso desafortunadamente lo viven a diario nuestros niños. Es triste ver que los padres se quedan en casa durmiendo porque la noche anterior han estado bebiendo, por lo tanto los niños no tienen nadie que se haga cargo de ellos el día siguiente, por esta razón muchos de los casos que se presentan aquí son de maltrato físico, de soledad y por ende se tornan agresivos e “inmanejables” no experimentan amor ni la dulzura de una caricia. Cuando los Misioneros y Misioneras de la Consolata vinimos a este lugar hemos visto la realidad de los pequeños y pensamos hacer algo, así que hemos iniciado con un programa para después de la escuela, entonces nos hemos dividido por días entre padres y hermanas para atenderlos y darles lo que quizás en casa no reciben. Como ya les había mencionado el problema aquí del frio, es una situación que se inicia desde septiembre y va hasta mayo, por eso lo primero que hemos pensado es ofrecer un lugar calientito donde ellos se sientan bien y protegidos; nuestro lugar es una Guer o casa tradicional móngola, un lugar fácil y rápido de calentar ya sea con leña o carbón. Después pensamos que sería bueno que ellos vinieran a hacer sus tareas de escuela aquí, ya que en sus casitas no tienen tanta comodidad ni facilidad para calentarla durante el día, también porque algunos padres no permanecen en casa. De manera que los niños vienen, hacen sus tareas y después tienen un tiempo para jugar y compartir. Hemos puesto a disposición de ellos diferentes juegos didácticos que les proporcionan la posibilidad para interactuar entre ellos, aprenden a relacionarse con amor, delicadeza y respeto, es decir es una educación en los valores que ellos no ven, no aprenden, no sienten en casa. Cuando los niños llegan les damos la bienvenida con los brazos abiertos y un beso, ellos al inicio eran fríos ante estos gestos de cariño, pues no estaban acostumbrados a estas expresiones dulces pero poco a poco han ido experimentando que entre nosotros ellos tienen un hogar donde se les acepta y ama aprendiendo a ser los niños más adorables. Después del juego les ofrecemos una merienda o una comida que contiene todos los nutrientes necesarios para su crecimiento, en ciertas ocasiones les brindamos algunas vitaminas. Por eso cuando tengamos la oportunidad de abrazar, amar y educar a un niño no pensemos que estamos perdiendo el tiempo, al contrario estamos ayudando a formar a un adulto y padre o madre del futuro. Dios les bendiga y recen por nuestra misión de Mongolia.




Hna Omaira Buendica con los niños



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